Depresión y adolescencia
En estos tiempos, no es de
extrañar que la prevalencia de depresión en la población se haya
multiplicado. La crisis está haciendo mella en la salud de las personas,
de forma tal que se ha producido un gran aumento de trastornos como la
depresión y la ansiedad, que condicionan absolutamente todas las esferas
de la vida de éstas. El desempleo, la dificultad para incorporarse al
mundo laboral tras éste; la impotencia de no poder modificar esta
situación; de ver el tiempo pasar sin cambio alguno… conlleva la
aparición de los trastornos mencionados.
A priori, después de la
descripción expuesta, podemos llegar a pensar que los trastornos
anteriores son exclusivos de “mayores”; puede considerarse incluso que
en la infancia y en la adolescencia, no existen motivos que desencadenen
la aparición de éstos. Pero la realidad es diferente, lo cierto es que
la entrada a la adolescencia suele ser un momento clave en la vida. Un
momento caracterizado por cambios a todos los niveles: físicos,
psicológicos, sociales… es un momento difícil de afrontar y como tal no
siempre se está preparado/a.
En esta etapa es fundamental
el papel de los padres, que deben estar atentos a los cambios y
preparados para enfrentarse a la nueva situación que su hijo/a está
viviendo. En la “sociedad del estrés” en la que estamos inmers@s, donde
todo se reduce a una cuestión de tiempo, esto limita enormemente
nuestras relaciones con los demás, pues “siempre hay algo que hacer”.
Los padres, se esfuerzan y trabajan para que a sus hijos/as no les falte
de nada y sean felices, pero en ocasiones, esta preocupación y falta de
tiempo, les resta la oportunidad de proporcionarles lo que más pueden
llegar a necesitar: sentirse escuchados/as, acompañados/as,
entendidos/as y apoyados/as. Por tanto, se debe tener muy presente este
hecho, procurando que la falta de tiempo, no suponga un obstáculo a la
hora de que tenga lugar la comunicación padres – hij@.
Con la entrada a la
adolescencia los/as niños/as hasta ese momento, se llenan de
preocupaciones de todo tipo. Los cambios que comienzan a experimentar a
nivel cognitivo le dificultan la comprensión de muchos acontecimientos
que pueden tener lugar en torno a esta nueva situación. Esto, unido al
proceso de adaptación a estos cambios mencionados, puede desencadenar la
aparición de inseguridad y emociones negativas, que podrían derivar en
depresión.
¿ QUÉ SÍNTOMAS DEBEN PREOCUPARNOS?
Algunos de los síntomas que pueden despertar la voz de alarma, y ante los que debemos estar muy atent@s son los siguientes:
-
Sentimientos de tristeza y apatía.
-
Falta de ilusión y motivación.
-
Problemas de rendimiento escolar.
-
Baja autoestima y aparición de complejos físicos.
-
Irascibilidad.
-
Falta de apetito y problemas para dormir…
En algún momento de nuestra
vida, tod@s experimentamos este tipo de sensaciones y sentimientos. Lo
que diferencia la experimentación puntual de estos síntomas, de un
problema como la depresión, es la prevalencia en el tiempo de los
mismos.
Es decir, puede resultar
normal que debido a los cambios, que a todos los niveles, se
experimentan en este período de la vida, l@s adolescentes atraviesen
situaciones donde la manifestación de estos síntomas esté presente. Lo
que debe preocuparnos es el mantenimiento en el tiempo de ellos, pues el
tiempo, también en esta ocasión, es el gran indicador de la existencia
del problema.
¿ CÓMO PUEDE AYUDAR LA FAMILIA AL / A LA ADOLESCENTE CON DEPRESIÓN?
Al igual que sucede con los
adultos, es aconsejable la ayuda de un profesional, que a través de un
tratamiento individualizado, le ayude a superar este problema. Además,
en estas ocasiones, los padres también suelen necesitar ayuda para poder
abordar la situación, que indiscutiblemente puede llegar a afectar al
ambiente familiar.
En el hogar, la familia puede ayudar al / a la adolescente con depresión de varias maneras:
-
Proporcionándole un ambiente de estabilidad y comprensión, donde prevalezca la comunicación y el/la adolescente se encuentre cómodo /a para expresar cómo se siente.
-
Practicando la escucha activa sin reproches; es decir, escuchar sus problemas y preocupaciones procurando no interrumpirle mientras habla, ni imponerle nuestras opiniones, ni nuestra manera de ver la vida. Por supuesto, se ha de evitar quitarle importancia a su malestar , ya que podrían desencadenarse sentimientos de incomprensión.
-
Planteándole alternativas positivas a los pensamientos negativos que manifieste tener; ayudándole a descubrir y comprender todos aquellos aspectos positivos y enriquecedores de su vida.
-
Organizar actividades familiares al aire libre y entretenidas, con las que motivarle.
-
Animarle a desarrollar sus relaciones sociales organizándole encuentros con amig@s que le ayuden a reforzar su autoestima y autoconcepto.
-
Aprovechar cualquier situación cotidiana para reforzarle, contribuyendo igualmente, a una mejora de su autoestima.
-
Establecer conversaciones sobre temas que le diviertan y con los cuales disfrute, evitando así hablar exclusivamente del problema en cuestión.
La depresión puede acontecer
en cualquier etapa de la vida y a cualquier edad, y siempre supone la
experimentación de sentimientos de malestar y angustia cuyo origen no se
explica atendiendo a un solo factor, sino que suele darse por varios de
éstos y además de diversa índole: psicológicos, físicos, sociales,
culturales, familiares, etc.
La adolescencia es una etapa
crítica y decisiva en nuestro desarrollo como personas y como tal,
debemos estar muy atentos /as a las señales de alarma y poder actuar
ante un caso de depresión, evitando que esa situación se “arrastre” a lo
largo de la vida.
Es imprescindible además,
hacerle entender al /a la adolescente en cuestión, que la situación que
atraviesa es transitoria y que saldrá fortalecid@ de ella, al igual que
sucede con todas las situaciones complicadas de la vida.
Y es que todo en la vida nos ayuda a superarnos y aprender, recordemos: “Mientras vivas, sigue aprendiendo a vivir” (Séneca).
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