Pacto entre la pareja para educar a los hijos
Pacto entre la pareja para educar a los hijos
Con la llegada de un hijo se afrontan
nuevos retos en pareja, uno de ellos es la capacidad de convivir
teniendo opiniones distintas respecto a la forma de educar.
Cada
miembro de la pareja posee una serie de ideas que ha ido construyendo
gracias a sus experiencias anteriores, es así como vamos creciendo a lo
largo de la vida y como vamos desarrollando nuestra identidad.
En ocasiones, cuando cada uno tiene una
opinión diferente acerca de un tema en concreto, surgen pequeñas
disputas o peleas, en el fondo sabemos que no llegan a ningún lado, son
peleas inútiles, la única conclusión que se extrae de cada riña es que
no somos iguales, por eso debemos respetar la identidad que nos
caracteriza y nos hace ser únicos.
Dentro de la tarea de educar a nuestros
hijos, muchas veces nos encontramos con incongruencias entre cómo
nosotros decimos, hacemos o sentimos y cómo lo hace nuestra pareja, es
por ello por lo que surgen desavenencias entre nosotros que pueden
llegar a incidir directamente en el desarrollo educativo de nuestro
pequeño.
Los desacuerdos están presentes en el
día a día de muchas parejas, el problema lo encontramos cuando no se
suavizan, cuando les damos más importancia de la que tienen, o cuando no
dialogamos las inquietudes que tenemos de forma sencilla y apaciguada.
Cuando todo ello ocurre podemos llegar a
desbordarnos y manifestar sentimientos de despecho, rabia, ira,
enfado…, unos sentimientos que crecen rápidamente en nuestro interior, y
que pueden apoderarse cada vez más fácilmente de nosotros sino somos
capaces de controlarlos.
Para evitar estas peleas es necesario contrastar opiniones y tener presente que no siempre vamos a coincidir.
El pacto es la solución que
poseemos para resolver nuestros conflictos y llegar a un acuerdo. Este
pacto, es todavía más preciso llevarlo a cabo cuando hablamos de la
formación que queremos dar a nuestros pequeños.
Existe un punto clave, intermedio, en el
que se da solución a ambas partes, otorgando a cada una de ellas su
porción de razón. Ese punto de equilibrio que abraza las razones
individuales de cada uno, consiste en actuar según nuestras ideas pero
teniendo en cuenta el bienestar de nuestra pareja.
Por ejemplo: “El niño lleva rato con el plato encima de la mesa y no quiere cenar”.
El padre propone que hasta que no
termine el plato no puede ir a la cama, la madre plantea que es tarde y
debe irse a dormir aunque apenas haya cenado.
El acuerdo sería el siguiente, intentar que el niño se coma medio plato, de esta manera existe un consenso: el niño come algo y por otro lado no se va a la cama demasiado tarde.
Es allí donde cada uno hace un ejercicio
de comprensión por el otro, donde nace el acuerdo y una forma de actuar
afín a nuestra vida en familia a la par que acorde a nuestras
características individuales.
La conversación, el diálogo, son la
clave del éxito en la pareja, si somos capaces de hablar de forma
abierta con nuestra pareja, de exponer nuestras preocupaciones y de
conversar sobre nuestras opiniones, seremos capaces de comprender las
razones del otro y unificar nuestros criterios para que resulten
beneficiosos para todos.
Igual de importante es saber reconocer
nuestros errores, pedir disculpas, retroceder y cambiar el sentido
inadecuado que le podríamos estar dando a una conversación. Sólo se
trata de dejar la soberbia de lado afrontando los roces de la
convivencia en pareja de forma humilde.
Para conseguir buenos resultados es
imprescindible practicar, encontrar cada día un espacio para dialogar y
contarnos el transcurso de la jornada, es necesario pensar que todo lo
que nos une como pareja, hace que nuestro hijo/a se conecte a nosotros y
nos respete como figura de referencia, una figura a través de la cual
el niño podrá apoyarse, confiar y crecer.
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