En
otra ocasión hemos hablado sobre la necesidad de enseñar a
poner límites a nuestros hijos. Para llevar a cabo esta necesidad,
quizá sea de interés comprender el modo en que las personas
aprendemos nuestras conductas, como camino para analizar las
de nuestros hijos.
Empecemos
por precisar algo sobre el concepto de conducta. A un niño
no se le puede enseñar a ser bueno ni a ser obediente...
Se le adiestra en conductas que le hacen parecer bueno, obediente...
Las conductas son acciones concretas -adecuadas o inadecuadas-
en circunstancias determinadas. Enseñamos a los niños
a realizar conductas
adecuadas en momentos determinados o a modificar conductas
inadecuadas o que se producen en circunstancias inadecuadas.
La
psicología del aprendizaje describe tres modelos principales
de incorporación de conductas en la persona:
Condicionamiento
clásico.
El
condicionamiento clásico surge de los estudios de I. P. Pavlov
sobre los estímulos condicionados en animales, que naturalmente
tuvo reflejo importante en las teorías sobre el aprendizaje
de conductas en las personas.
Las
personas utilizamos esta forma de aprendizaje a través de
la asociación de estímulos significativos para la supervivencia
con otros no significativos biológicamente (apartarnos con
urgencia ante el sonido de la sirena de una ambulancia), pero
también sabemos que una sonrisa de nuestro interlocutor puede
significar aprobación y que la ausencia de contacto visual
con él supone, entre otras cosas, que no le interesa lo que
le estamos diciendo y, por tanto, nos callamos.
En
los niños este proceso de aprendizaje se da de manera más
significativa. Rápidamente asocian estímulos condicionados
con estímulos incondicionados. El niño que se muerde las uñas
y se las untan con un líquido de sabor desagradable acabará
asociando morder las uñas con la sensación de un sabor desagradable,
de tal forma que acabará no mordiéndoselas aunque sus uñas
no estén untadas.
Se
puede utilizar esta forma de aprendizaje para descondicionar
conductas. Si un niño tiene miedo al agua y se resiste a bañarse,
la mejor manera de quitárselo sería exponerle al agua, de
forma no traumática (sin aguadillas o empujones), y estar
con él hasta que se tranquilice. Evidentemente este procedimiento
sólo sirve en casos de miedo, no en el de fobias para las
que es recomendable tratar con un profesional.
Condicionamiento
operante o instrumental.
En
el condicionamiento clásico lo que realiza el animal es una
asociación entre dos estímulos que provoca una respuesta.
El psicólogo norteamericano B. F. Skinner descubrió que a
partir de la respuesta que da el animal se obtiene un reforzador
que permite que se repita esa respuesta. (La paloma aprende
a apretar una palanca para conseguir comida)
Si
queremos que un niño repita una conducta tendremos que reforzársela,
darle un estímulo, y si lo que buscamos es que deje de realizarla
deberemos evitar cualquier refuerzo. Los estímulos reforzadores
no tienen que ser siempre materiales. En los niños, son más
reforzadores una sonrisa o una felicitación de los padres
que una golosina.
El
castigo está incluido en este procedimiento de aprendizaje:
el niño que da una respuesta no aceptable obtiene un
estímulo desagradable. Dentro del modelo se comprueba que
reforzar positivamente las conductas es más efectivo que el
castigo, ya que este, aunque no carezca de cierta eficacia,
produce agresividad en el individuo y, cuando se abusa de
él, indefensión.
El
modelo también explica cómo enseñar conductas complejas, mediante
un proceso de aproximaciones sucesivas. Si queremos que el
niño aprenda un conducta compleja, descompongamos ésta en
partes, ordenadas por el grado de dificultad, y vayamos reforzando
su realización sucesiva. Un ejemplo: si queremos que nuestro
hijo de seis años colabore en casa poniendo la mesa, al principio
le pediremos que coloque el mantel y le felicitaremos por
realizarlo. Después de varios días, cuando haya aprendido
a poner el mantel, le pediremos que coloque el mantel y que
lleve los platos y le felicitaremos por realizarlo. Así sucesivamente
hasta conseguir el objetivo.
Aprendizaje
observacional o vicario.
A
diferencia de los dos paradigmas anteriormente citados en
los que el sujeto pone en marcha sus habilidades frente a
las situaciones, los psicólogos A. Bandura y R. H. Walters
plantean el aprendizaje como un proceso que trasciende las
características individuales: el sujeto no podría aprender
conductas nuevas sin poseer un elenco de conductas previas,
es decir, aprende observando cómo actúan otras personas.
Los
niños, más que nadie, son propensos a imitar las conductas
que ven en personas significativas. Por tanto nos encontramos
con una herramienta potente en el proceso de enseñanza de
conductas pero también con una fuente de aprendizaje
de conductas poco adecuadas. Un niño no necesita a nadie que
le enseñe a ser violento si descubre que hay héroes de la
televisión o del deporte que realizan conductas violentas
y son aplaudidas por ellas.
Podemos
utilizar sus personajes favoritos para señalarles aquellas
conductas que nos parezcan apropiadas, o comportarnos delante
de ellos como queremos que se comporten.
Algunas
ideas más
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jueves, 21 de mayo de 2015
ESCUELA DE FAMILIAS - ¿CÓMO APRENDEN LOS NIÑOS?
Cómo
aprenden los niños
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